El Colegio del Alba nunca ha pretendido ser igual a otros colegios, ha querido ser un establecimiento de trabajo educativo distinto, con identidad propia, buscando las formas de generar espacios para el aprendizaje en donde el alumno se sienta seguro y pueda venir con agrado a la aventura de aprender cada día. En esta dimensión, el primer paso es “la acogida” de los educandos, el saludo, el afecto, la seguridad de la aceptación, es decir, todo aquellas manifestaciones humanas que tienden a confirmar la existencia del otro (“Tú existes, me importas y eres parte de mi vida”), estos gestos llevan a una autoestima sana que permite a las y los jóvenes descubrir y potenciar sus capacidades. Para que esto funcione bien, es necesario la voluntad y el deseo de aprender de los discentes y el apoyo de los padres a las necesidades educativas inherentes. De lo anterior se desprende la gran regla de oro de la educación, “el clima” al interior del establecimiento, clima organizacional que traspasa todos los estamentos del colegio y que permite facilitar la comunicación y la solución de conflictos cuando éstos surgen. No debemos olvidar que el conflicto es parte de nuestras vidas, está latente a diario y nadie puede anticipar de dónde vendrá ni que con qué gravedad aflorará. Venir cada día contento (dice el Director) ayuda a aprender; el que no viene contento, no pondrá las voluntades necesarias para que nuestras facultades superiores funcionen a plenitud. El joven atareado, estresado, agotado casi siempre es aquel que no sabe organizar sus trabajos con tiempo y, al dejar todo a última hora, aparecen las dificultades, la crítica y el desagrado de asistir por no cumplir con sus deberes a tiempos y empiezas a culpar a otros de tus problemas. Parafraseando a Mahatma Gandhi, debemos decir que no debemos perder la fe en la humanidad y nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.